Padre, confieso que me encantan las pollas, soy un poco puta
La jovencita desde luego tenía cara de buena chica. A sus 18 años sabe perfectamente lo que es pecar, y en realidad no desea dejar de hacerlo. Allí con una cruz en su mano y en el confesionario deja bien claro cual es su principal pecado, y es que le vuelven loca los rabos. Algo demasiado tentador para aquél hombre, el cual al ver tan dispuesta a la muchacha no tardó en salir con su polla bien dura apuntando directamente a su cara. La guarrilla le hizo una buena mamada previa a la follada que posteriormente iba a pegarle, y además en el mismo confesionario. Toda una blasfemia imperdonable para una joven puritana que en realidad solo quería follar.