La primera parte de un masaje con un desenlace satisfactorio
Después de aparcarlo en varias ocasiones, llegó un momento en el que el dolor se volvió tan intenso que no pude posponerlo más y finalmente decidí visitar a un masajista para intentar aliviar el dolor de espalda que me había estado afectando durante semanas Siempre había tenido ciertas reservas sobre acudir a un médico o especialista, algo que estaba completamente mal Sin embargo, con la carga de trabajo y las múltiples responsabilidades, me resultaba casi imposible dedicar tiempo a mi salud y bienestar A pesar de ello, mis amigas ya me habían recomendado visitar a un masajista en varias ocasiones, asegurando que era el mejor que habían conocido Sabía que no solo mencionaban sus habilidades profesionales, también destacaban lo atractivo que era y lo bien que se sentían con sus manos aliviando sus dolores Con estas razones, no pude seguir posponiendo la visita y finalmente reservé una cita con este prodigio de la naturaleza Al abrirme la puerta de su consulta, quedé impresionada por el hombre que tenía delante Era un hombre musculoso, atractivo y con un encanto irresistible que no pasaba desapercibido Me sentí un poco intimidada al verlo, sobre todo al saber que tendría que desnudarme delante de él y permitirle tocar todo mi cuerpo Experimenté una mezcla de excitación y vergüenza, generando un conflicto interno difícil de superar Sin embargo, tratando de no llamar la atención, me mostré lo más natural posible y seguí todas sus indicaciones Tras explicarle brevemente mi dolor, amablemente me pidió que me desnudara y me acostara boca abajo en la camilla de masaje Sus palabras sugerentes y cargadas de erotismo despertaron en mí una excitación que intenté controlar, temiendo que pudiera notarla Recordé que estábamos en un entorno profesional y que nuestra relación era puramente la de masajista y paciente Aun así, cerré los ojos y dejé volar mi imaginación mientras sus manos fuertes y precisas exploraban mi cuerpo en busca de alivio Llegó un momento en el que ya no pude disimular el placer que experimentaba y solté un suspiro que pareció un gemido Su reacción inmediata me hizo sentir avergonzada y traté de disculparme, pero antes de que pudiera articular palabra, cambió la zona de masaje y comenzó a trabajar en mis glúteos sin titubear Al principio, me desconcertó, pero pronto comprendí el tipo de masajes que realizaba, así que me dejé llevar por la sensualidad y la pasión de aquel momento Continuará