La dulce y tierna alumna de ballet en manos de su profe
Loli es una de las alumnas más aplicadas en la Escuela de Ballet de la ciudad, y Pedro es su profesor desde hace ya varios años. La ha visto crecer y desarrollarse como mujer, por eso cuando pasó a ser mayor de edad no desaprovechó la oportunidad de hacerla mujer como es debido. Iba sobre seguro. Sabía que Loli lo miraba a menudo con vicio y que había algo de atracción en sus miradas. Estos últimos meses saltaban chispas con cada movimiento, pero Pedro nunca hubiera hecho nada que pudiera perjudicarla. Era su mejor alumna, la que tenía más proyección internacional y la que -estaba seguro de ello- seguiría en la profesión muchos años más. Su cumpleaños había sido el 29 de octubre, pero no se vieron hasta el 5 de noviembre. Ese día, Pedro, tenía un regalo para ella. Ella llegó a clase puntual como siempre. Los lunes tenían clase particular los dos solos para avanzar movimientos para los próximos campeonatos, y Loli estaba radiante como nunca. Los 18 le sentaban de maravilla, la verdad. Pedro le entregó su regalo: era una caja azul con unas zapatillas nuevas dentro. Eran muy caras y muy bonitas, Loli se puso muy contenta. Cruzaron sus miradas y el destello casi les ciega. Había llegado el momento de rebajar esa tensión sexual que hacía tantos meses que se estaba cociendo. Loli le comió a boca con tal impetú que Pedro tuvo que dar un par de pasos atrás. Entonces él se apresuró a quitarse el cinturón y bajarse los pantalones, y Loli dudó un segundo en sí tenía que bajar hacia donde estaba su polla para metérsela dentro de la boca. De momento no lo hizo, y Pedro no lo echó excesivamente en falta, pues tenía otros planes para ella: meterse dentro suyo. Tardó solo unos microsegundos en ponerse el condón y al poco ya estaba notando su coño calentito rodeando su polla. Ella lo disfrutaba un montón, pero se la notaba un tanto inexperta. Loli, quiero follarte por detrás. ¿me dejarías? Esas palabras se quedaron en el aire porque la chica no respondió, pero poco a poco y con suaves movimientos se giró de espaldas a él y dejo su culo redondito y carnoso a su merced. Notar su polla dura entrar por ahí era quizá el regalo más esperado en una semana como esa en la que de golpe de había convertido en mayor de edad. Y cabe decir que aunque al principio le dolió un poco y se sintió un poco rara, prefirió no pararlo para ver como se desarrollaba la cosa. Y supo que la espera había valido la pena porque la sensación que deja el sexo anal es mucho más placentera que cualquier otro tipo de sexo. Gemía tan alto y tan fuerte que hasta hubo unos momentos en que el profesor dudó si eso eran gemidos de dolor o de placer, pero por suerte estas cosas son muy fáciles de comprobar y al poco ya vió que estaba haciendo lo correcto. Sin duda, una clase que nunca olvidará.