Infiel por webcam
Mi marido se acababa de marchar al trabajo como cada mañana, pero a mi me quedaban todavía un par de horas para incorporarme al mío. Así que aproveché aquellos momentos de soledad para entrar en internet y ver si podía disfrutar de una buena sesión de sexo cibernético. Me vestí adecuadamente con un picardías bien sugerente, encendí el ordenador, me puse cómoda frente a él y empecé a chatear con chicos de todo el mundo. Había de todo: otros hombres que estaban siendo infieles a sus esposas, jovencitos haciéndose pasar por adultos, chicos que acababan de romper con sus parejas y buscaban un poco de acción, y así un largo etcétera de perfiles masculinos. Mi única preferencia es que el chico al que le activara mi webcam fuera atractivo e interesante, además de que no tuviera ningún prejuicio en que practicáramos juntos el sexo a través de la red. No me costó mucho encontrarlo, la verdad. Tras el tonteo inicial, me pasó una foto de él y le acepté enseguida. Se trataba de un joven de unos 25 años, cuerpo atlético, piel morena y ojos verdes. Yo le pasé una foto picante mía, a lo que él respondió directamente abriéndome su webcam. En cuanto le vi, pude comprobar que era el mismo chico de la foto. No llevaba camiseta, y sus músculos resaltaban su anatomía perfecta. Encendí rápidamente mi cámara para que él también pudiera comprobar que yo era la misma persona de las fotos. Cuando me vio, una sonrisa se le dibujó en el rostro. Está feo que yo lo diga, pero la verdad es que resultaba una mujer muy atractiva a los ojos de los hombres. Tenía un cuerpo proporcionado, un buen par de tetas y un culito hecho para el vicio y el placer más absoluto. Tras la vergüenza inicial, decidimos lanzarnos y desnudarnos poco a poco. Él se bajó los pantalones y dejó a la vista un miembro viril bien grande y totalmente empalmado. Yo me quité rápidamente el picardías y le dejé ver todo mi cuerpo en todo su esplendor. Pellizqué los pezones de mis pechos para que viera que yo iba totalmente en serio, y que quería vivir junto a él una experiencia sexual plena a través de la webcam. Aunque la distancia nos separara, yo le podía sentir tan cerca de mí que me parecía que era él mismo el que acariciaba mi cuerpo con sus manos. Entonces él amplió el ángulo de su cámara y pude ver que ya había empezado a masturbarse. Yo no quise quedarme atrás, así que chupé mis dedos, los mojé con mi propia saliva y me los metí entre las piernas. Era una gozada poder masturbarme enfrente de aquel chico tan apetecible. Además, decidimos activar el audio para poder oír nuestras respiraciones entrecortadas, susurros y gemidos de placer. Con una mano me acariciaba los pechos y la otra la utilizaba para masturbarme delante de él. Acariciaba mi clítoris de un modo preciso para sentir el máximo placer posible. Él me dijo que le estaba poniendo tan cachondo verme metiéndome los dedos por el coño que iba a hacer que se corriera de un momento a otro. Al poco rato, él explotó eyaculando una buena cantidad de semen que iba a parar por todo su moldeado cuerpo. Me puse a cien al verle gozar de aquella manera, así que al momento yo también alcancé un orgasmo maravilloso e intenso a más no poder. Incluso llegué a eyacular algo de fluido vaginal a través de mi coñito húmedo, cosa que a él le encantó. Tanto nos gustó la experiencia, que quedamos en repetir en cuanto nos fuera posible.