Alto rendimiento (Parte 3)
MÁS RELATOS EROTICOS AQUÍ De repente, las tres se encontraron reunidas en los vestuarios del centro. Eva entendió en ese mismo momento que todo había sido una estratagema de Esther para conseguir reunirse con sus dos alumnas a solas. Tanto Patricia como Eva se quedaron petrificadas, manteniendo la misma postura en la que estaban cuando les pillaron en plena faena. Temían que pudieran ser expulsadas de la competición por semejante acto de rebeldía, pero la mirada de Esther no estaba cargada de ira, sino de deseo. Por otro lado, la entrenadora llevaba algo en sus manos que no podían determinar qué era. Esther se acercó hasta colocarse justo al lado de las dos muchachas y les dijo: – Habéis sido unas zorritas muy malas. Venid conmigo directamente a las duchas, que os voy a dar vuestro castigo. Esther cogió a cada una de las jóvenes con la mano para ayudarlas a ponerse de pie. Después les dio unos azotes en el culo a modo de reprimenda y para que fueran andando humilladas hasta las duchas de los vestuarios. Una vez allí, la entrenadora les mostró lo que llevaba en la mano. Era nada más y nada menos que un dildo enorme que tenía toda la pinta de que iba a acabar siendo usado por las tres. Así, Esther empezó a desnudarse para estar en igualdad de condiciones que sus dos alumnas. Se quitó la ropa hasta quedarse en ropa interior deportiva. Sus pezones se marcaban y sobresalían evidenciando lo cachonda y caliente que estaba. Una vez que se deshizo de sus bragas y el sujetador, empezó a masturbar con sus manos a Eva y a Patricia al mismo tiempo. Eva, que ya había vivido la pasión junto a su entrenadora el día anterior, disfrutó muchísimo más esta vez. No sabía si era porque ya estaba liberada del todo o porque su compañera Patricia le ponía muy caliente, pero el caso es que no podía parar de gemir de placer cada vez que Esther le penetraba. – Bueno, chicas. Es el momento de que me enseñéis todo lo que sois capaces de hacer. Patricia, tú me vas a comer el coño bien comido, y yo se lo voy a comer a Eva. ¿De acuerdo? Inmediatamente las dos chicas se pusieron manos a la obra. Formaron un círculo perfecto para que así todas pudieran lamer y ser lamidas. Sus lenguas trabajaban sin parar para darle placer a la otra mientras sus cuerpos húmedos se estremecían de placer. Tras esta sesión de sexo oral, Esther cogió el consolador y lo chupó de arriba abajo para que quedara bien lubricado con su propia saliva. Entonces empezó a introducírselo a Patricia hasta el fondo, provocando gritos de placer en la joven. Eva quería seguir formando parte de la escena, así que se puso en cuclillas sobre la cara de Patricia para que ésta le siguiera excitando el clítoris con la punta de la lengua. Ante tanta excitación, Patricia explotó en un orgasmo que se manifestó en forma de alaridos de placer absoluto. Una vez que la muchacha ya había recibido lo suyo, era el turno de Eva. Así que Esther le metió el consolador en su vagina y empezó a moverlo de manera frenética mientras le lamía las tetas a la joven. Eva también alcanzó el orgasmo en muy pocos minutos. El calentón era tan grande que era difícil contenerse. Ahora que las dos chicas ya habían recibido su castigo por haber tenido sexo sin su profesora, era el turno de esta última recibiera placer en grandes dosis. Por eso, sus dos alumnas se pusieron a satisfacerla de todas las formas posibles. Lamieron todo su cuerpo, prestando especial atención a sus pezones y su sexo ardiente. Querían demostrar todo lo que habían aprendido junto a su maestra, así que se lo tomaron como si de un examen se tratara. Utilizando el mismo dildo que habían usado con las dos jóvenes, empezaron a penetrar analmente a su maestra. Los gritos de placer resonaban en los azulejos de las duchas. Con cada embestida, a Esther se le desencajaba la mandíbula y entrecerraba sus ojos. Finalmente llegó a correrse como nunca antes lo había hecho. Desde luego, había enseñado muy bien a sus alumnas en el mundo de las artes amatorias, y había vivido junto a ellas el mejor trío lésbico de su vida.